Yo vivo donde tú vives,
allí donde suaves colinas y valles en flor
se extienden bajo el cielo
y donde los rascacielos desafían la gravedad.

Puede parecer
que te haya dejado con caras extrañas,
pero yo vivo donde tú vives.

Cuando hayas dejado
las cosas que te deleitan la mente
te darás cuenta de lo que queda
dentro de ti,
y no es tristeza
ni el fatigoso trabajo
forjado de la mano y el cerebro.

Yo no soy Dios, ni un espíritu etéreo invisible.
No soy la voz de un ángel ante la proximidad de la noche
ni el suave susurro de tus sueños despiertos.
Estoy presente, en ese único lugar que es todos los lugares.
Yo vivo donde tú vives.

Cuando has reclamado el nombre de Dios
has sentido la sombra sobre nuestra unión.
Has imaginado una máscara
que brilla de un débil fotón de luz
vagando sin trabas
en la actividad de la noche.

Cuando quitas esa máscara
de tu corazón
y la sostienes hacia el silencioso cielo nocturno
haz que nada se revuelva en tu interior.
Deja que los vientos dancen con el perdón.
Respira esa esencia de mí
y deja que viva dentro de ti
fluyendo bajo la guía del corazón.

Si tomas la mano de Dios
contigo
puedes sentir la unidad en cada mirada.
Yo soy el soberano que está en todas las formas de vida
y paso entre vosotros
en el olvido de vuestra respiración,
y en los latidos de vuestros corazones.

En una tierra de guerra y paz
Yo soy el misterio del bien y del mal
en medio a la floración de la unidad.
Yo vivo en los pasillos de la unión más profunda
donde la identidad es Uno
y las personalidades son muchas.

Un número casi infinito de voces
saltan desde el mismo corazón
errantes hacia la unidad
en las carreteras del tiempo.
Ningún corazón está separado
del Corazón Uno.

Ningún aliento está solo.
El amor que das
nunca se pierde.

Yo vivo donde tú vives.